A menudo nos cuesta centrarnos en lo que nos ocurre en la actualidad. Vivimos agobiados por lo que hemos vivido en el pasado o por lo que tememos que tendremos que afrontar en el futuro, y entre uno y otro se nos escapa de las manos ese tiempo maravilloso que tenemos en la actualidad, ese regalo del momento actual, que la propia palabra lleva implícita: PRESENTE: obsequio.
Así, perdemos tiempo y energía con sucesos que con los años ni siquiera recordamos o nos mantenemos en estados de ansiedad y preocupación por otros sucesos que con probabilidad no recordaremos.
Y es que si, cuando estamos preocupados, dibujáramos mentalmente una línea en una playa y la observáramos desde arriba, nos daríamos cuenta que esa preocupación ni siquiera tiene espacio en nuestra línea de vida. Es decir, si nos preguntáramos: ¿qué importancia tendrá esto para mi dentro de 2, 5 o 7 años? Descubriríamos que en muchísimas ocasiones la importancia es ninguna. Lamentablemente, mientras tanto, esta preocupación nos mantiene muy alejados de un equilibrio emocional.
Y en la búsqueda de ese equilibrio emocional, que es el mejor de los “presentes”, y con la idea de dejaros hoy mi “presente” os adjunto aquí un cuento de Eloy Moreno, sacado de su libro El regalo.
Os dejo también un link a la página de este joven autor, porque consigue, a través de sus entretenídisimas novelas, traernos al presente y hacernos reflexionar: http:www.eloymoreno.
EL ANILLO DEL EQUILIBRIO
Había una vez un rey que no era capaz de mantener el equilibrio entre la alegría la tristeza. Cuando algo bueno le sucedía lo celebraba de forma exagerada, pero cuando algo malo le ocurría se pasaba muchos días sin ganas de hacer nada.
Harto de esta situación, prometió mil monedas de oro a quien fuera capaz de fabricar un anillo que le ayudara a tolerar mejor las malas situaciones y a no celebrar de forma tan exagerada las buenas. Un anillo para encontrar el equilibrio en sus emociones.
Durante semanas pasaron por palacio todo tipo de personas: famosos joyeros, magos, artesanos… Todos ellos le trajeron centenares de anillos distintos, pero ninguno era capaz de proporciona al rey el equilibrio que necesitaba.
Cuando habían pasado ya casi dos meses y todos se habían dado por vencidos llegó al reino un viajero que solicitó un encuentro con el rey.
– Majestad- le dijo-, tengo aquí el anillo que necesitáis. A mí me ha servido desde hace años para mantener el equilibrio en todo momento. Cada vez que me encontraba muy triste o muy alegre, lo observaba durante unos minutos. Tomad.
El rey, nada más cogerlo, se dio cuenta de que era un simple anillo de bronce, sin ningún valor económico aparente y sin ninguna característica especial, hasta que, de pronto, se quedó mirando las tres palabras que había escritas en su superficie. Las leyó, sonrió se lo puso.
– Gracias, viajero, este es justo el anillo que necesito.
Y dirigiéndose a todos los cortesanos exclamó: –
Este hombre ha traído el anillo que tanto tiempo he estado buscando. Un simple anillo de bronce, un anillo que tiene tres palabras escritas, las mismas tres palabras que quiero que a partir de ahora se incluyan en mi escudo real: “Esto también pasará”